Que Cuba se está abriendo al
mundo no es ninguna novedad, pero la gente conoce poco más que la
decadente y encantadora ciudad de La Habana y las playas de Varadero.
Para descubrir su lado menos conocido hay que visitar el valle de
Viñales, donde los granjeros siguen arando la tierra con bueyes en un
paraje protegido por la Unesco. Se puede ir de excursión, a pie, a
caballo o en bicicleta a recorrer los fantásticos mogotes (formaciones
rocosas) y después dejarse caer en una tumbona en un porche y soñar
despierto antes de dar buena cuenta de una comida casera en la casa
particular donde uno se aloje.
ras
más de 50 años, la relación de Cuba con EE UU empieza, finalmente, a
descongelarse y esta nación caribeña se encuentra en un momento de
cambio. La Habana tiene mucho que ofrecer en términos de arquitectura,
historia, música, museos y galerías, pero cuando ya se han visto los
cadillacs antiguos, se ha posado con el Che Guevara en la plaza de la
Revolución y se ha paseado por el Malecón, es momento de disfrutar del
ritmo de vida lento que tan bien conocen algunos cubanos. Para ello,
nada mejor que dirigirse hacia el oeste, al centro agrícola del valle de
Viñales, a unas 2 h en coche desde la capital.
Lo más maravilloso de la principal ciudad de Viñales es que no solo
puede uno relajarse sentado en una mecedora en el porche de la casa
particular donde se aloje, y ver pasar bueyes y arados, también puede
participar en todo tipo de actividades en este paisaje protegido por la
Unesco. Se puede contratar a un guía e ir de excursión a pie, a caballo o
en bicicleta a través de los mogotes (formaciones rocosas) y gozar de
las vistas de los valles. Después es buena idea refrescarse nadando en
una cueva antes de volver a sentarse en la mecedora con una cerveza fría
en la mano y el son cubano procedente de los bares en el aire. El día
termina con una cena en la casa (casi todos los anfitriones se toman muy
en serio la calidad de sus comidas), a base de pollo o langosta a la
parrilla, acompañada de platos tradicionales como arroz con frijoles
negros y plátano macho.
Cuando apetezca cambiar de paisaje, se conduce 60 km al noroeste hasta
cayo Jutías. Esta larga playa de arena blanca, a la cual se llega por
una calzada entre manglares, es una excelente excursión de un día desde
Viñales. Hay poca infraestructura (no hay hoteles, solo un par de
restaurantes) y, como en Viñales, se puede elegir entre practicar alguna
actividad (como buceo y kayak) o tumbarse y no hacer nada.
Incluso ante la perspectiva de un boom turístico gracias a la mejora de
las relaciones con EE UU, Viñales conservará su encanto tradicional y su
ritmo de vida lento. Junto con La Habana son la perfecta combinación
para un viaje de contrastes por Cuba, ideal para los ciudadanos
estadounidenses, para los cuales este fascinante país es más accesible
que nunca.
Los mogotes calizos del valle de Viñales alcanzan los 300 m de altura y
son ideales para los escaladores más expertos, con muchos salientes
calizos y columnas de toba volcánica. Una experiencia más tranquila es
visitar una plantación de tabaco, aprender a liar un puro y sentarse en
la mecedora.
Una parte de los cambios propuestos en las relaciones entre EE UU y Cuba
incluye el suministro de software y hardware necesarios para mejorar
las telecomunicaciones en Cuba. Eso podría traducirse en un acceso a
internet más veloz para todos, en lugar del actual sistema de marcaje,
caro y lento, que, de vez en cuando y con suerte, conecta a los turistas
con sus hogares.
Dentro del sinuoso paisaje al viajero le llamarán la atención los
atascos de bueyes y arados con caballos y carretas, conducidos por
guajiros que fuman puros.
Los esclavos africanos que trabajaban en las plantaciones de tabaco del
valle de Viñales, junto con los conquistadores españoles y los
lugareños, contribuyeron a crear la sociedad multiétnica cubana. Esto,
unido a un paisaje único, hace del valle una zona de gran relevancia
cultural.
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